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lunes, 14 de mayo de 2012

Zuker · Traficante sónico

Mientras prepara un nuevo disco con Poncho, pone pausa y reflexiona sobre la electrónica, la industria musical y el reggaetón.

Txt. Javier Garat y Andrei Aronowicz - @andiaro | Ph. Ezequiel Sambresqui | Loc. Il Ballo del Mattone

El imaginario popular sentencia: el DJ como party animal, reventado o zombie nocturno. Sin embargo, con Zuker, el estereotipo no funciona. A pesar de ser el creador de las fi estas Batonga de la década pasada, de la MSTRPLN, de Zuker XP y de ser uno de los primeros en pinchar hip hop en las míticas fiestas de Nave Jungla durante los noventa, el DJ se levanta temprano, se las arregla para pasear a su Bulldog francés a pesar del diluvio y llegar justo cuando la máquina termina de preparar el primer expresso del día. Igualmente, pide una gaseosa light.

Se puede colgar largo rato hablando de música: del blues –“estoy escuchando Howlin’ Wolf”– al funk, y del jazz al rock, para explicar cómo todo este bagaje termina en sus sets y en sus composiciones. Ejemplos de esto son el sampleo de un blusero de los años veinte en Poncho o la colaboración con Banda de Turistas para Kansas, el primer corte de Ponchototal. Salta a la vista que su melomanía es heterogénea pero también se puede adivinar la coherencia del groove en los estilos que lo desvelan. 

En 1995, Zuker capitalizó la fantasía del 1 a 1 e hizo de sus viajes al exterior una escuela sónica. Como cosa del destino, abrió el paracaídas cuando sobrevolaba territorios británicos. Allí lo recibió el epicentro de la explosión big beat y brit pop. Vio la herencia de Primal Scream en músicos emergentes como Groove Armada, Fatboy Slim y los Chemical Brothers, y obtuvo así el estímulo que lo mantiene aún hoy como uno de los referentes de la escena electrónica (y musical en general) local.

Como en un sampleo geográfico, en sus viajes busca lo que pasa en la calle: “Curto bares, curto gente, cómo te tratan, cómo se relacionan. Años atrás Londres era imparable, pero ahora el inglés se volvió careta. La globalización hace que se pierda un poco la identidad, todos atrás de la plata, de la última tecnología”. Europa huele a viejo y este experimentado lo sabe. Por eso no duda en apostar a los territorios latinoamericanos: “Ninguna Alemania, la posta esta acá: Cuba, Colombia, Brasil, Argentina, México. Están pasando cosas increíbles”.

Parte de este proceso es la vuelta de la escena electrónica que, opina el pinchadiscos, se había visto desplazada por la proliferación del reggaeton. “Hay un montón de gente nueva pasando música que se mezcla con gente vieja. Charec, Rama, Tommy Disco, hay mujeres”, subraya. De todos modos hay un largo proceso de cambio entre la vieja “marcha” de los noventa y la electrónica actual. El ritmo que en aquella época se definía por el puro reviente, hoy tiene una búsqueda diferente: “Hacemos canciones bajo el concepto de música electrónica, no solo para el agite”.

Para Zuker hoy los estilos no deberían distanciarse: “La electrónica, el rock, la cumbia y el reggaeton son parte de lo mismo. El problema es cuando se polariza. Está bueno cuando se va un poco para cada lado. Ahí está la creatividad" Cuando el reggaetón se transforma en la banda de sonido del mundo resulta necesario preguntarse por la industria musical, gran culpable, también, de que cada vez que se arranca una zanahoria de la huerta sonora aparezca la cabeza de David Guetta mordiendo la verdura. Existe, entonces, cierta ibización de la música donde todos los temas, desde los hip-hoperos hasta los herederos de las estrellas del teen pop, parecen ser el mismo hit bolichero.

Como sucedió anteriormente con Pharrel y Timbaland, que hip-hopizaron todos los géneros, hoy es la electrónica la que invade el mainstream. “Guetta es referente. Te guste o no, la gente corre atrás de lo que tenga éxito y produzca dinero. Cualquier rapero ve eso y va y le pide, a Guetta o a uno parecido, que le haga lo mismo”, opina.

En Argentina la situación es bastante diferente. “Si yo tuviera el presupuesto de Roger Waters, no se qué locuras se me ocurriría hacer. La gente dice ‘Uh, The Wall’, pero está yendo a ver un espectáculo de Disney”, reflexiona el ex bajista. Por eso, en este contexto plantea que hay que explotar ideas de escena con recursos escasos. Probablemente, todo sería diferente para Poncho si tuviera la infraestructura y el presupuesto de otros grandes shows, incluyendo la distribución y manejos internacionales que reciben artistas como Oakenfold y Guetta. “Con plata, todo se puede hacer mejor”, dispara entre sorbo y sorbo. Los bajos presupuestos, sumados a la no-paga de derechos de reproducción (referencia explícita a algunos programas televisivos más que al pobre pibe que se baja el mp3) que enfrentan los músicos, hacen que la única manera de vivir de su arte sea con alguna marca o sponsor.

Fiel a su fi losofía, Zuker entiende que la actividad del DJ es “tratar de mostrarle a la gente que existe otro tipo de música mas allá que la que se programa en las radios”, y cuenta que si pudiera tendría varios espacios “para poner un montón de música diferente”. Antes que entretener, el DJ explora y educa. “Siempre tuve ganas de que la gente conociera. Mirá, la paleta de colores es gigante. Hay un montón de cosas, buscá, investigá”.




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